Hace unos años la revista Wired, tuvo una gran idea: retar a expertos en un dominio a explicar un concepto de su campo de pericia con cinco niveles de complejidad creciente:
-Nivel 1: niños
-Nivel 2: adolescentes
-Nivel 3: universitarios de la misma rama
-Nivel 4: graduados de la misma rama / profesionales del sector
-Nivel 5: expertos /académicos
En los niveles superiores (4 y 5), se trata más de un diálogo que de una explicación obviamente, pero el concepto sigue siendo útil. La idea es que todo el mundo puede quedarse con una noción adecuada de cualquier concepto por complejo que sea, más o menos preciso según sea su nivel de madurez y conocimiento previo de la materia.

La base de este experimento, podría trazarse hasta el famoso científico y premio Nobel Richard Feynman, sin discusión, una de las mentes más brillantes del S.XX. Además de sus múltiples logros en física, pasa por ser uno de los mejores profesores que nunca han existido, pues era capaz de hacer inteligibles a sus alumnos todo tipo de conceptos físicos de gran complejidad, en sus clases en la universidad de Cornell. Para lograrlo descomponía cualquier campo de conocimiento en sus «principios básicos» y a partir de ahí volvía a reconstruir el campo razonando desde ellos. Más recientemente Elon Musk, el empresario fundador de Space X y Tesla entre otras empresas que están revolucionando el Mundo, ha popularizado esta técnica al reconocer que es la manera en que es capaz de absorber vastos campos de conocimiento (partiendo, en este caso, de la base de una mente muy privilegiada).
Feynman decía que hasta que uno no es capaz de explicar un tema a audiencias de todos los niveles de madurez intelectual y conocimiento, especialmente a niños, es que no entendía suficientemente la materia. Décadas de docencia no formal, me han hecho comprender cuan cierta es esta afirmación.
De hecho, retaron a Feynman a que explicara la mecánica cuántica a los estudiantes de primer año de la facultad de física (nivel 3) y unos días después tuvo que reconocer que no era capaz de explicarlo a ese nivel y concluyó: ¡no lo entiendo suficientemente bien! En descargo de Feynman hay que decir que es posible que nadie entienda lo suficientemente bien la mecánica cuántica para ser capaz de “bajar” al nivel 3. Se trata de una materia anti intuitiva, donde las relaciones de causa-efecto en las que descansa nuestro razonamiento cotidiano y macroscópico no siempre se cumplen y que está sujeta a una incertidumbre inherente en las propias partículas de materia, no como resultado de un posible conocimiento incompleto.
Así que me he propuesto escribir este artículo afrontando este reto en su nivel inicial, con un doble propósito: en primer lugar, obligarme a descomponer el campo de la inteligencia artificial en sus principios básicos de manera que pueda beneficiarme yo directamente al hacerlo y, en segundo término, para poder construir un relato desde los principios básicos que pueda beneficiar a mis alumnos en niveles superiores, pues mi intención es construir un nivel superior a partir del inmediato inferior.
En las clases de inteligencia artificial que imparto en másteres no universitarios para gente posgraduada que suele contar con una experiencia laboral de 8-10 años (a veces muchos más y, más raramente, menos), intento mantenerme aproximadamente en el nivel 3, que creo que es el adecuado para esos másteres dirigidos a profesionales que quieren conocer las tecnologías habilitadoras de la transformación digital que se está viviendo en todas las industrias y más allá en la sociedad en su conjunto.
Este nivel es el que corresponde a la idea que yo defiendo de «experto generalista», que ya he desarrollado en otros artículos como éste. Para quien no esté familiarizado con el término, se trata de una persona que conoce al menos un campo un nivel 4 o, a veces 5 y a través de los principios básicos es capaz de dominar a un nivel 3 otros dominios de conocimiento más o menos relacionados con los de su pericia. Estos son los directores de orquesta que necesitan los equipos de trabajo multidisciplinares hoy en día llenos de especialistas y hasta súper especialistas (que son absolutamente necesarios por otra parte): personas que además de su campo de pericia pueden hablar con la suficiente precisión con especialistas de una serie de dominios relacionados, aunque no necesariamente conozcan todos los detalles de estos otros dominios.
Entre los expertos generalistas también hay niveles. Lo que acabo de describir sería el nivel básico, mientras que el nivel avanzado, correspondería, por ejemplo, a un Elon Musk, que en sí mismo puede ser experto en quizás dos o tres campos pero que es capaz de tener un nivel 4 en una amplia variedad de campos, incluso aparentemente distantes.
Aquí va pues, el relato de mi conversación sobre inteligencia artificial con Jésica, de 7 años, que estudia 2º de primaria [el nombre es ficticio]

¿Sabes lo que es un robot?
(Jésica asiente con la cabeza)
Los he visto en los dibujos animados -dice Jésica
Son como las personas, pero a veces no tienen piernas ni manos. Algunos tienen ruedas en vez de piernas y pinzas en vez de manos y su voz suena metálica. Además, son duros porque cuando alguien les quiere pegar…se hace daño en la mano como cuando le das una palmada a una bicicleta.
Muy bien Jésica, yo no lo habría dicho mejor. Es verdad que hay robots de muchos tipos, unos se parecen más a las personas, pero otros son bien diferentes. Si te fijas, la forma que tienen no importa mucho, porque en el fondo no son muy diferentes de nosotros, parece que tienen voluntad propia, es decir, que, si quieren hacer una cosa, la hacen como tú o yo. La diferencia es que hoy todavía saben hacer sólo unas pocas cosas, mientras que tú ya sabes hacer muchas cosas, pero poco a poco serán mejores y podrán hacer más cosas y ser más divertidos.
¿Por qué sólo saben hacer unas pocas cosas y no muchas como yo?
Muy buena pregunta, Jésica. Pues porque las cosas que hacemos las personas, aunque te puedan parecer muy fáciles, son muy complicadas de hacer para una máquina y los robots son máquinas. Las máquinas hacen lo que su programa les dice que hagan. ¿Tu sabes lo que es un programa?
(Jésica niega con la cabeza) No… -acierta a decir
Pues un programa es como las reglas que tienen tus padres para comportarte en la mesa o para mantener ordenada la habitación. Una persona que se llama programador escribe una serie de reglas para que el robot sepa lo que tiene que hacer. Gracias a ello el robot es capaz de darse cuenta de lo que sucede a su alrededor, ver, oír, incluso tocar las cosas y cogerlas, como tú. También pueden calcular, sumando y restando y otras operaciones que a lo mejor aún tú no sabes hacer, como multiplicar, ¿sabes multiplicar?
No -dice Jésica.
No pasa nada, ya aprenderás, porque cada día que vas a la escuela aprendes cosas nuevas, ¿no? Pues de la misma manera, un robot aprende todos los días cosas nuevas, a caminar, a rodear obstáculos, a calcular cosas más difíciles cada vez o a hablar mejor…igual que tú.
Pero para enseñarles a aprender hemos estudiado el cerebro de las personas, para intentar que esos programas funcionen como nuestros cerebros. ¿sabes lo que es el cerebro?
Si (se señala la cabeza), es la parte del cuerpo que me permite tener memoria y pensar cosas, ¿no?
Exactamente Jésica. Pues mira, a las personas no nos hace falta que nos enseñen como se aprenden cosas nuevas porque casi todo el mundo puede hacerlo de forma natural, sin que nadie le diga nada, pero a los robots hay que enseñarles como se hace y aún no entendemos suficientemente bien como aprendemos las personas. Por eso sólo saben hacer unas pocas cosas, aunque una vez las aprenden las pueden llegar a hacer muy bien, incluso mejor que las personas en algunos casos.
¡flipante! – exclama Jésica
Y poder aprender es muy importante para que se haga más inteligente con el tiempo y sepa hacer más cosas y sea más divertido estar con el robot. Por muchas reglas que tenga el programa del robot, siempre suceden cosas que no estaban previstas en las reglas, como cuando tus padres van añadiendo reglas cuando haces algo mal, pero las reglas que te habían dado tus padres no decían nada sobre eso. Así que se trata de un programa muy especial que es capaz de añadir reglas nuevas cuando ve que lo que ha hecho les gusta a las personas, para volver a hacerlo o bien, para prohibirlo, cuando ve que no les gusta a las personas.
¿Por qué parece que los robots no sepan llorar o reirse o enfadarse? – pregunta Jésica.
Veo que eres muy observadora. Eso es porque son máquinas que están hechas de metal o de plástico y no de piel y huesos como nosotros y por el momento no tienen sentimientos y tampoco sabemos cómo hacer para que los tengan, por eso, aunque les grites o te enfades con los robots, nunca te van a responder mal.
A estas máquinas que se comportan de manera parecida a las personas y que pueden pensar, moverse, ver, oír, calcular o hacer planes para hacer cosas, se les llama “inteligencia artificial”, porque pueden resolver problemas como nosotros, las personas y por eso se dice que son “inteligentes”, pero como los hemos creado las personas decimos que su inteligencia es “artificial”, mientras que la nuestra es “natural”, porque la ha creado la Naturaleza, como pasa con los animales y las personas.
Hay otro tipo de inteligencia artificial que no se parece a un robot, sino que vive dentro de los ordenadores, sabes lo que son los ordenadores, ¿no? Seguro que ya has jugado con alguno a un videojuego.
(Jésica asiente con la cabeza) si, mi hermano mayor tiene un ordenador.
Pues la Inteligencia Artificial que está dentro de un ordenador no tiene brazos ni piernas ni nada que se le parezca, pues no pueden moverse, ni coger cosas, pero si pueden hablar, calcular cosas, aprender y hacer planes como tú haces, sólo que no necesitan un cuerpo para poder funcionar.
(Cara de asombro de Jésica)
Es posible que te preguntes, ¿para qué queremos una inteligencia artificial?
Bueno, pues te puedo dar un par de razones. La primera es para que nos ayuden y hagan trabajos que para las personas sean peligrosos o muy pesados, porque son más fuertes que nosotros al estar hechos de metal. También nos pueden ayudar con tareas que son muy aburridas y que se repiten una y otra vez, como algunos de los deberes de la escuela, porque como no tienen sentimientos no se aburren y como son de metal no se cansan.
La segunda razón es porque construirlos para que se parezcan a las personas nos obliga a pensar en aquellas cosas que nos hacen personas y que nos separan de todos los animales y las cosas que hay en la Naturaleza como un coche o un columpio. Es decir, que construirlos nos ayuda a entender lo que somos y por qué somos así y, de esta manera, poder ser mejores personas.
Bueno Jésica, ¿has entendido que es una inteligencia artificial?
Sí, – sonríe
Es un robot que hace unas pocas cosas de las que hacemos las personas y que aprenden de las cosas que hacen mal y también de las que hacen bien, sólo que aún son un poco torpes y sólo pueden hacer unas pocas bien.