Cuando tenía 29 años, leí por primera vez Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros, de Stephen Hawking. El libro me impresionó tanto que no podía parar de hablar de él. En esos días me invitaron a participar en una excursión por la sierra de Albarracín y en aquel grupo de montañeros conocí a una chica que tras mencionarle el libro, me pidió que se lo contara. Y es lo que hice: mientras caminábamos, durante las siguientes dos horas. Un año después me casaría con aquella chica, que, 20 años después, sigue siendo mi mujer.
Es nuestra anécdota personal: el cono de sucesos posibles de Hawking (uno de los conceptos claves del libro), fue la fundación de nuestra familia.

El cono de sucesos posibles hacia el futuro y desde el pasado, de Hawking, lo que está fuera de los conos es inalcanzable para el observador en el presente (vértice de los conos)
Pero además de esta anécdota personal, la revelación que más me impactó de las muchas que hay en el libro, es la idea de que el universo es autocontenido y no necesita de la idea de Dios para justificar el Big Bang o estallido inicial del universo, sino que éste podía explicar su inicio, incluyendo la noción de tiempo (no hay un «antes» por mucho que eso desafíe nuestra lógica), a partir de sus ecuaciones físicas. Tampoco descarta, como muchos han pretendido atribuir a Hawking, la idea de que Dios no exista, simplemente dice que no es necesario para explicar el origen del universo. Para mi, esta revelación supuso la culminación de una larga etapa de búsqueda personal, de formación de mi propia conciencia como ser humano y mi «papel» en todo este entramado cósmico.
No voy a glosar aquí la figura de Hawking, que otros ya han hecho estos días de manera profusa y con mucho más conocimiento -hasta personal en algunos casos-, de lo que yo podría hacerlo. Desde luego yo no sabría calibrar adecuadamente la importancia de sus descubrimientos y teorías científicas, su afán de superación para vencer durante tanto tiempo a lo que debía haber sido una corta vida según la medicina por el avance de su enfermedad degenerativa y a su pasión por la divulgación científica, aunque en este punto como ha quedado dicho, mi gratitud será eterna.
Dado que el blog «Crónicas de un humano en la Era Digital», está íntimamente relacionado con la inteligencia artificial (IA), voy a rendirle un sencillo homenaje, hablando de dos aspectos menos conocidos de Hawking, que le ponen en relación con la IA:
- El uso que ha hecho a lo largo de muchos años de la IA para poder comunicarse a pesar de su enfermedad.
- Sus predicciones sobre los riesgos de desarrollar una Superinteligencia Artificial (ASI por sus siglas en inglés).
Con respecto a la primera cuestión, por culpa de la enfermedad degenerativa que padecía (la ELA), cada vez le costaba más comunicarse. Hace más de dos décadas conoció a Gordon Moore, cofundador de Intel (sí, ese Moore, es de la ley de Moore) y éste le prometió que Intel satisfaría sus necesidades tecnológicas por el resto de su vida. En el video que figura a continuación, Lama Nachman, Directora de computación anticipatoria en Intel Labs, cuenta las partes del sistema y otras muchas más cosas, que voy a tratar de resumir y adaptar al contexto de Crónicas de un ser humano en la era digital.
- Dispone de un sensor para activar la interfaz de comunicación: en concreto detecta la elevación de pómulo de Hawking o un anillo para detectar un leve movimiento de dedo (su equivalente a pulsar una tecla o hacer click con un ratón). Más allá de su uso en personas discapacitadas esto es muy importante para poder interrogar un ordenador en puestos de trabajo que hemos de dar órdenes con las manos ocupadas (por ejemplo conduciendo) o incluso el cuerpo inmovilizado (posición de trabajo forzada en espacio estrecho).
- Tiene un sistema de predicción de las palabras, como el que tenemos hoy en días en los móviles para escribir mensajes (los llamados teclados predictivos), que no es otra cosa que una técnica de inteligencia artificial que aprende nuestra manera de expresarnos y mira lo que estamos escribiendo para acabar sugiriendo la siguiente palabra más probable. Estamos tan familiarizados con la predicción de palabras que ya no lo consideramos IA, sino simplemente un algoritmo (esto se denomina efecto IA).
- Finalmente utiliza un sistema texto a voz (TTS, text to speech), que no es más que otra pieza de IA, que igual que hace Siri o Google Voice, nos lee los resultados de una búsqueda basada en texto. Otro candidato a efecto IA.
La curiosidad en el caso de Hawking es que él ha querido que esa voz metálica fuera su voz, porque había llegado a identificarse con ella a lo largo de los años. Hoy en día, si lo hubiera querido, podría haber elegido una voz con una calidad casi completamente humana.
Pero la parte más interesante e inquietante de Hawking en relación con la IA son sus opiniones sobre la amenaza que supone su desarrollo para la Humanidad.
El año pasado se unió a Elon Musk y otros cientos de expertos en la firma de una carta en la que pedían a los gobiernos que prohibieran las armas letales autónomas.
Pero más allá de este uso, Hawking decía de la IA: lo que nos jugamos es… todo lo que tenemos. ¿Y si la capacidad de decidir que tienen estos ordenadores (porque eso es en definitiva un programa informático, una herramienta que decide por nosotros) se volviera en nuestra contra?: «El desarrollo de la inteligencia artificial podría significar el fin de la raza humana«.
Así, «mientras el impacto de la IA a corto plazo depende de quien la controla, el impacto a largo plazo estriba en si puede ser controlada en absoluto».
Hawking era partidario como otros, de pensar antes de crear nada. Abogaba por investigar hacia dónde nos podía dirigir la robótica y la inteligencia artificial. Él pensaba que seas científico, ingeniero o emprendedor, cuando se trata de IA, todos deberíamos preguntarnos a nosotros mismos, qué podemos hacer ahora para mejorar nuestras posibilidades de recibir sus beneficios y evitar los riesgos.
No es el único que piensa esto. Recientemente Elon Musk preguntado por esta cuestión dijo sobre las personas que tienen una opinión distinta sobre los riesgos de la IA que:
Algunos de los expertos en IA creen que son más listos de lo que son. En general todos somos más tontos de lo que creemos. Esto suele pasarle a la gente inteligente, la que es reconocida por su inteligencia. No les gusta la idea de que una máquina pueda ser más mucho inteligente que ellos, así que descartan la idea, pero esto es realmente, engañarse a sí mismos. Yo estoy muy cerca de la investigación puntera en IA y me aterroriza lo que veo.»
Y, desde luego, si pensamos en la evolución de Alpha Go y sus sucesores (AlphaGo Zero, Alpha Zero), vemos que su inteligencia ha crecido de forma exponencial. Si dos mentes como Hawking y Musk, están tan seriamente preocupados por los riesgos derivados de la IA, creo que, como mínimo, debemos considerar tan seriamente como ellos sus miedos y objeciones.
D.E.P. Stephen Hawking