Mientras las empresas se enfrentan a su transformación digital, unas administraciones públicas dormidas recorren el camino hacia su irrelevancia social

La nueva sociedad del S.XXI es digital y, definitivamente, más compleja que la sociedad del siglo pasado. Esta nueva sociedad requiere de organizaciones flexibles y con capacidad de adaptación, en la que sus diversos departamentos sumen a su actividad habitual, enfocada en unas tareas específicas, el trabajo transversal con otros departamentos que les permita dar respuesta a problemas más complejos.  

Nada más lejos del funcionamiento de una administración española: organizaciones verticales, divididas en auténticos silos de información alrededor del responsable político de turno. Un político cuya cuota de poder se mide en función del número de empleados que tiene adscritos a su departamento y la cuantía del presupuesto que gestiona: dos números que, por ello, nunca estará dispuesto a rebajar.

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Así resultará prácticamente imposible que las áreas de una administración evolucionen con los ciclos de la economía, trasvasando personal, recursos técnicos y económicos a las actividades en alza, mientras que se detraen de las áreas de actividad en recesión. Ningún responsable político aceptará que, precisamente, sea su unidad la que debe ceder recursos. Y ningún cargo político tendrá la valentía de reestructurar recursos desde arriba. Si las resistencias al cambio existen en cualquier organización, en la administración pública la pura mención al cambio es anatema: la inercia es la mayor fuerza del universo y el que se enfrenta a ella sale chamuscado.

Nuevos perfiles de empleado: personas que aprenden rápido antes que mucho

En la nueva sociedad digital, es mucho más importante la capacidad de aprender rápidamente algo nuevo, que la cantidad de conocimientos acumulados sobre un tema. Las empresas privadas tienen cada vez más claro este punto, por pura supervivencia, y sus procesos de selección de personal así lo están reflejando de forma cada vez más nítida.

Nada de esto sucede en la selección de personal en las administraciones públicas. El sistema de oposición actual para el acceso a la función pública produce lo que, consciente o inconscientemente se busca, el “empollón memorión”, que se conoce muy bien la legislación del sector público.

Se crean perfiles profesionales completamente rígidos, basados en las profesiones tradicionales sin apenas intercambiabilidad de funciones con cualquier otro colectivo profesional.  Todo lo cual redunda en que la mayoría de su personal se encuentre más cómodo haciendo siempre más o menos lo mismo, que haciendo cosas nuevas con regularidad (abrazando la innovación y el cambio por así decir).

Nuevos perfiles de directivo: personas con visión de futuro y capacidad de liderazgo

En las empresas el nuevo perfil de directivo que se impone es el de personas que tienen visión de futuro y capacidad de liderazgo ante cambios que generan resistencia. Esto eso lo deberían ser los políticos y también la alta dirección pública. Pero nuestros directores generales, consejeros y concejales son elegidos por lo que hayan podido medrar en su partido: de esta manera se constituyen en una élite extractiva (César Molinas, El País 10/9/2012). Mediocre y ser joven no te garantiza entender mejor la nueva sociedad digital, sólo estar acostumbrado a ella.

En este sentido la nueva sociedad digital exige a la dirección de las administraciones públicas un buen conocimiento de alto nivel de las tecnologías habilitadoras para la transformación digital real de las organizaciones: la computación en la Nube, las herramientas de simulación de procesos complejos, el tratamiento masivo de datos (Big Data), el aprendizaje automático e inteligencia artificial, las redes de confianza descentralizadas (Blockchain, Smart contracts), el teletrabajo e incluso las redes sociales. Pero lo que sucede en realidad es una preocupante falta de conocimiento general sobre estas tecnologías, así como una falta de ritmo y profundidad en la adopción por parte del personal directivo de estas.

Es necesario que también los directivos de la administración pública reciban formación sobre estas tecnologías habilitadoras y no existe todavía un programa de dirección pública que cubra estas exigencias. Para utilizar e implantar hay que conocer.

Organizaciones dirigidas más dirigidas por los datos y menos por la ideología

Todas las empresas, grandes y pequeñas que dominan los entresijos de la nueva sociedad digital, hacen un uso estratégico y no sólo instrumental de las tecnologías habilitadoras de esta nueva realidad que no sólo es digital, sino también compleja.

Para usarlas correctamente hacen falta perfiles profesionales acostumbrados a tratar con datos como matemáticos, estadísticos e ingenieros de datos, que no se ven por ninguna parte en las ofertas públicas de empleo y sólo se consiguen a través de contrataciones con el sector privado. Pero, como saben muy bien las empresas digitales del sector privado, dado que el análisis de datos y la predicción son competencias fundamentales en la nueva sociedad digital, este conocimiento debe ser adquirido y retenido en las propias administraciones, con independencia de que exista o no después una colaboración con el sector privado para cubrir determinadas funciones y proyectos específicos.

El ejemplo más claro de esto, aparecido en los últimos días en prensa, es la necesidad del ministerio de sanidad de licitar por la vía de urgencia y sin ningún tipo de publicidad, contratos muy suculentos relacionados con la gestión de la pandemia con las consultoras “grandes”,   que podían haber sido ejecutados por una fracción de ese coste por funcionarios con los perfiles adecuados, como reconoce el propio gobierno en la justificación de la licitación urgente: por «la falta de medios humanos suficientes con la especialización técnica que requiere«, ya que (y esto lo añado yo), los medios técnicos son menos importantes porque se pueden contratar como servicios de computación en la Nube según la necesidad puntual (Amazon AWS O Microsoft Azure, entre otros), sin tener que comprometer de forma permanente recurso económicos en esta tarea.

Pero para ello se han de dominar las especiales características del despliegue de las infraestructuras (I), el software (S) y las plataformas (P) y hasta el aprendizaje automático (ML) como servicio, la denominada XaaS ( X as a Service). Esto obliga, también, a entender profundamente sus implicaciones a la hora de cumplir el reglamento europeo de protección de datos de carácter personal, lo que no es fácil debido a que la mayoría del personal técnico-tecnológico de las administraciones públicas se formó en el paradigma de computación anterior o incluso en el anterior del anterior.

Por otro lado, esfuerzos de las administraciones públicas por recoger datos, sí están haciendo, lo que falta es realizarlo de forma sistémica y estratégica subordinando la organización a ello. En la última década especialmente, las administraciones públicas han invertido en tecnologías de la información para proporcionar servicios públicos e información a los ciudadanos de manera más accesible y amigable y permitirles la tramitación electrónica de sus asuntos o abrir los datos de las administraciones públicas a la ciudadanía. Existen sensores instalados por las ciudades en su mobiliario urbano, pero en la mayoría de las ocasiones no se sabe muy bien cómo gestionar toda esta información y qué posibilidades nos brinda a partir de ella el big data y la inteligencia artificial. También se ha avanzado bastante en la administración electrónica y datos abiertos, más por inercia legislativa que por convencimiento, aunque en general las soluciones existentes de administración electrónica no aprovechan más de una fracción de toda la potencia que permite desarrollar el medio digital y en muchos casos son meras traslaciones de los procesos analógicos de toda la vida al nuevo medio digital.

En definitiva, en las administraciones públicas no se ha avanzado apenas en renovar los sistemas de gestión, ni tampoco en la toma de decisiones basada en datos como guía fundamental de las actuaciones, de manera que los verdaderos beneficios de esta transformación digital apenas han podido ser recogidos

Las alternativas son claras: transformarse digitalmente o pasar a la irrelevancia social.

Posted by santiago

2 Comments

  1. Antonio Garcia de los Rios 20 octubre, 2020 at 14:12

    Santi, cuidado con lo que dices, pues el verdadero peligro de tener como gestores a incompetentes es su negativa a aprender, simplemente triunfan eliminando todo aquello que los pueda ensombrecer

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  2. […] real. Y ojo, que no lo digo yo, que conste, sino Genís Roca. O dicho en otras palabras, en este caso por Santi Ferris, "mientras las empresas se enfrentan a su transformación digital, unas administraciones públicas […]

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