Siguiendo la máxima del aprendizaje por refuerzo de Inteligencia Artificial: «explotación frente a exploración», inauguramos con este artículo una nueva sección hasta ahora inexplorada de este blog de «Crónica de un humano en la era digital» y de paso salimos de «nuestra zona de confort», en busca de las aguas abiertas a una audiencia más amplia de lo que está suponiendo y va a suponer, la nueva sociedad digital que se está conformando en este siglo XXI.

Así que, a fin de no perder la ventana de actualidad, he reconvertido este artículo inicialmente pensado para ser publicado en un medio de comunicación digital, en una entrada de este blog. Estoy seguro que este es simplemente el primero de muchos otros artículos que vendrán sobre la sociedad digital en el que, en ocasiones, no se hará referencia explícitamente a la Inteligencia Artificial. Pero esto no quiere decir que la IA no esté implícita como uno de los motores de la transformación digital de la sociedad.

La pandemia ha convertido a las actividades digitales en un fenómeno que abarca a toda la familia: los problemas de convivencia eran inevitables

Tras el confinamiento, la pasada primavera, de toda la población y ante los confinamientos “parciales” de hoy (bien de un municipio, bien las cuarentenas por un contacto al que se le detecta la covid-19), hemos desembarcado en el debate general sobre el teletrabajo y, en ámbitos más circunscritos al sector docente, en el de la teleducación.

Tanto el teletrabajo como la teleducación cuentan con décadas de experiencia. La novedad actual no es sólo su escala sino también un fenómeno que se está tratando públicamente en muy escasa medida: la compleja coexistencia de teletrabajadores y telestudiantes en nuestros hogares. Sea porque hay un confinamiento general, sea porque un niño o una niña en cuarentena deba permanecer al cuidado de su progenitor y éste no se puede permitir la inactividad laboral (autónomos, directivos, personal de alto nivel profesional), vamos seguro a vivir situaciones en que todos o varios miembros de la unidad familiar deban compartir equipos, espacio y tiempo de teletrabajo y teleducación. Y cada uno de estos tres factores presenta su propia “problemática de convivencia”.

El elemento causante de mayor número de fricciones en la convivencia familiar y tal vez más complejo de resolver es la coincidencia del tiempo de teletrabajo y teledocencia. Para poder superar este obstáculo, empleadores, empleados, docentes y estudiantes han de interiorizar que el uso intensivo del medio digital obliga a replanteárselo todo.

Por ejemplo, se ha de remarcar la importancia de trabajar o estudiar por objetivos, lo cual quiere decir eliminar, en buena medida, pero probablemente no totalmente, el requerimiento de la telepresencialidad (aplicado ahora en su versión vis a vis, en forma de tutorías individuales y para el mentoring). El intento de compaginar los viejos hábitos de la presencialidad con el medio digital  le quita a éste todas sus ventajas, al exigir el cumplimiento estricto de horarios de trabajo o de clase.

Lo que se trata de conseguir, con la digitalización de los contenidos y recursos y la adaptación de las metodologías docentes a este entorno, es una mejor educación, en vez de entender lo digital como un pobre sustituto de la presencia física en un aula, obligados por las circunstancias sanitarias. Por su parte, en relación con el teletrabajo, se trata de disponer de las herramientas adecuadas como Nubes privadas de compartición de archivos, sistemas de conversaciones de grupo, paneles de gestión de proyectos y otras herramientas parecidas de trabajo colaborativo. Esto incluye el uso, que no el abuso, de las videoconferencias, lo cual es posible generalmente sólo si se han usado las herramientas de trabajo en grupo y sistemas de información adecuados.

Hemos de desacoplar nuestro ritmo de aprendizaje y de trabajo, en la medida de lo posible, del sistema analógico tradicional en el que el ritmo de todo el mundo lo marca el profesor o el jefe. Eso sí, siempre que periódicamente estos puedan comprobar que los objetivos marcados, cuya consecución depende de aquéllos, se están cumpliendo. Esto exige una mayor madurez tanto a los telealumnos como a los teletrabajadores, pero también a sus profesores y jefes. El nivel de control que estos deben ejercer deberá ir en consonancia con ello. De otra manera simplemente estaremos pasando al medio digital nuestra forma de trabajar y estudiar presenciales (como cuando nos envían un formulario que hay que rellenar, imprimir, firmar de forma manuscrita y escanear para devolverlo “digitalizado”).

El siguiente elemento de fricción, la compartición de espacio (esa mesa del comedor saturada de hijos y padres), también es complejo de resolver, dado que está íntimamente relacionado con las dimensiones de nuestras viviendas: unos 100m2 de media (para un hogar tipo de 4 personas), pero al ser limitaciones físicas son más fáciles de afrontar que nuestras asunciones ancestrales sobre el modelo presencial de enseñanza y trabajo. En muchos casos nuestros hogares fueron diseñados más como lugares donde ir a dormir que como lugares donde vivir, teletrabajar y teleducarse. No digamos para confinarse en una pandemia durante un tiempo prolongado. En estos meses de reclusión hemos asistido al reacondicionamiento apresurado de nuestros hogares, desde armarios empotrados hasta trasteros y cuartos de planchar, en muchas ocasiones sin ventanas. Pero la solución a largo plazo no puede ser este reacondicionamiento circunstancial de espacios.

A un plazo más largo existe la necesidad de rediseñar nuestras viviendas para una sociedad digital que además pueda estar sujeta periódicamente a episodios de confinamiento más o menos prolongados. Se trata, sin duda, de un reto para los arquitectos en las promociones inmobiliarias futuras, ya que el coste que para una familia supone la adquisición de una vivienda o su simple alquiler, en relación con los salarios habituales que percibe la mayoría de la gente, no admite mucho margen de maniobra a la hora de incrementar su tamaño. Un pequeño aumento de superficie y distribución permitiría tener habitaciones individuales en vez de compartidas, algún despacho que permitiera un mayor grado de aislamiento acústico de los ruidos familiares, o al menos estancias compartidas más grandes, en los que fuera más fácil abstraerse del entorno a la hora tanto de telestudiar como de teletrabajar.

Pero mientras llega esa realidad a la oferta inmobiliaria, hemos de agudizar el ingenio para mantener una separación suficiente de espacios, si es posible física, pero en todo caso psicológica. De la misma manera que cambiarse de ropa -tanto los teletrabajadores como los teleducandos – sirve para marcar el inicio y el fin de ambas actividades con el tiempo personal y familiar, hemos de concebir los espacios como entornos configurables, que nos permitan cambiar de ambientes rápidamente. Se trata de una forma barata conseguir la necesaria transición psicológica entre trabajo y escuela por un lado y vida personal y familiar, por el otro.

Este cambio de ambientes puede ser tan simple como el uso acertado de elementos separadores escamoteables, panelables o móviles (como persianas, cortinas interiores y celosías) o de manteles o telas, individuales o colectivos, en las mesas e incluso en las sillas, para transformar su aspecto, la utilización de corchos con notas de colores autoadhesivas, listas de tareas, etc., es decir cualquier cosa que nos permita personalizar nuestro entorno y mantener una cierta privacidad respecto del resto de la familia. Donde no exista ya un despacho, sería conveniente repensar las salas de planchar o los trasteros, abordando incluso pequeñas reformas (pues si la familia de forma voluntaria o forzada va a pasar muchas horas en casa, tiene sentido invertir), que le puedan proporcionar algunos metros cuadrados más a esta estancia, o bien poniéndole alguna ventana que permita el uso de luz natural. En definitiva, se trata de que la nueva estancia pueda ofrecer a la familia usos adicionales, como, por ejemplo, un espacio que ofrezca un aislamiento acústico mayor que el del resto de la vivienda y que pueda estar preparado para mantener videoconferencias o clases telepresenciales de buena calidad e interactivas.

Quizá las fricciones de más fácil solución son las generadas por la compartición de equipos. Como norma básica de seguridad informática no se debe usar el ordenador de teletrabajo -que normalmente será propiedad de la empresa-, para su utilización compartida en actividades de teleducación (y menos aún para ocio). En la actualidad, quienes somos padres de hijos adolescentes sabemos que estamos abocados a que cada miembro de la unidad familiar, antes o después, acabe disponiendo de un ordenador, así que, ¿por qué demorar su compra? En este sentido, lo más conveniente es que sea un ordenador portátil o una tableta de dimensiones suficientes para una buena visualización de los contenidos educativos. Ambos dispositivos tienen batería y nos permiten una cierta movilidad para que nuestros hijos los lleven al centro educativo si así lo necesitaran. Al mismo tiempo les proporcionan una cierta independencia ante interrupciones o micro cortes del suministro eléctrico. Cuestión aparte es si, en niños de edades más tempranas, ese ordenador deba ser “confiscado” cuando no se está en tiempo educativo supervisado.

Un elemento que no debe faltar en cada hogar es un buen surtido de auriculares o, mejor aún, de auriculares envolventes (los que cubren toda la oreja). Esto nos asegurará un buen “aislamiento acústico” entre distintos miembros de la familiar que puedan estar visualizando contenidos o teniendo sesiones interactivas simultáneamente. Lo mejor es que los auriculares tengan un micrófono direccional incorporado de manera que recojan poco o ningún sonido ambiente (esto reduce sensiblemente los sonidos de niños jugando, gritando o incluso llorando).

En los ambientes interiores más ruidosos con ruidos continuos como equipos de aire acondicionado o extractores de cocinas y, desde luego, en los ambientes exteriores de las viviendas, como terrazas y balcones con ruido de tráfico o, en general, de actividad humana (zonas de bares y restaurantes al aire libre), conviene gastarse el dinero en unos auriculares con cancelación activa de ruido. Este tipo de auriculares eliminan muy bien todos los ruidos anteriores. Eso sí, para ruidos como niños llorando o jugando no funcionan bien, lo cual es, paradójicamente una característica deseable (para atenderlos o solucionar el problema) e indeseable al mismo tiempo (nos distrae si estamos en una conversación o estamos escuchando una lección).

También es importante asegurarse de que la red wifi llegue bien a todos los rincones de la casa y a todas las ubicaciones donde puedan haber miembros de la casa teletrabajando o teleducándose. Esto no suele ser un problema en la mayoría de los pisos modernos, pero sí puede serlo cuando hay muros gruesos (casas antiguas), en viviendas muy grandes o alargadas, o con más de un piso de altura. En estos casos conviene añadir extensores wifi para mejorar el alcance y, en todo caso, disponer de puntos de acceso Wifi de doble canal (banda 2,4 y 5 Ghz) con búsqueda de canal libre y evitación automática de interferencias, dada la gran proliferación de estas redes en las casas de nuestros vecinos. Desde luego donde pueda utilizarse un cable de red para conectar los ordenadores con el dispositivo de entrada a la casa de nuestro proveedor de Internet, nos ahorraremos muchos de estos problemas.

El último dispositivo que está en muchas casas y que podemos utilizar para reducir el número de equipos a comprar, o si necesitamos nuevos espacios y las dimensiones de la vivienda simplemente no dan para una mejor separación física, es la televisión inteligente (Smart TV). Estas televisiones tienen capacidad de navegación por Internet, especialmente ágil si le añade un teclado inalámbrico. Algunos modelos suelen admitir la adición de una cámara web con micrófono incorporado, por lo que puede ser adecuado en casos de falta de espacio para mantener videoconferencias y atender clase telepresenciales o ver vídeos de lecciones grabadas en un canal privado de Youtube, por ejemplo. Incluso las televisiones más antiguas pueden convertirse en TV inteligentes con la adición de dispositivos de streaming de video cada vez con más capacidades, como Chromecast, Amazon Fire TV o Apple TV. Se abre aquí un mundo de posibilidades que sólo va a ir que mejorando sus prestaciones día a día.

En resumen, digitalizando realmente ambas actividades, el teletrabajo y la teleducación, resultará más fácil deshacer el nudo gordiano de tiempo, espacio y equipos. Pero, al mismo tiempo que un reto, se trata de una oportunidad, si, por ejemplo, se establece en la medida de lo posible la coincidencia de todos los miembros de la familia en el almuerzo/pausa café a media mañana, incluso también en la comida que, muchas veces, la actividad presencial impide hacer juntos, especialmente en las grandes ciudades. También coordinando las horas de finalización de los miembros de la familia y el inicio de actividades extraescolares, que podrían tener un carácter más gratificante al hacerse, al menos a veces, en familia. Es posible que haciendo todo esto descubramos, una vez pasada la emergencia sanitaria, que una parte de nuestro tiempo de trabajo y estudio queremos hacerlo a distancia, con nuestra familia.

Posted by santiago

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